ECONOMÍA

Cuatro factores que condicionan el desarrollo de I+D


15/09 –    La importancia de las actividades de I+D, tal como afirman Cohen y Levinthal (1989) es que contienen el aprendizaje y creación de conocimientos. A lo largo de los años una de las grandes interrogantes fue comprender cuáles son los factores que provocan su origen (tanto en firmas como en los países). En este sentido, revisando las principales investigaciones se encuentran cuatro aspectos centrales y trascendentes para los hacedores de política.

1. Tamaño de las firmas

Las empresas que buscan mejoras competitivas por medio de la introducción de innovaciones, tienden a incrementar sus costos fijos, ya sea para costear las actividades de I+D o adquirir tecnología (principalmente maquinaria y equipos), llevando a que su financiamiento resulte fuertemente dependiente de las posibilidades de aprovechamiento de economías de escala Sanguinetti (2005). En Argentina, el tamaño como la cuota de mercado son variables estadísticamente significativas. El gasto en I+D por empleado crece hasta cierto tamaño de firma, para luego mantenerse relativamente constante.

En esta línea, la encuesta de innovación Argentina de 2004 muestra que efectivamente el 76 por ciento del gasto I+D lo realizan tan sólo 25 firmas de las cuales en su mayoría son empresas de gran envergadura. Yoguel y Rabetino (2002), Arza (2003) y Chudnovsky y otros (2006a) sostienen que las grandes empresas son más proclives a llevar adelante actividades de innovación y a lanzar innovaciones al mercado. La importancia de este atributo como determinante del gasto en I+D para el caso local tiene dos consecuencias directas.

Por un lado, la mayor parte del gasto tendiente a impulsar el cambio tecnológico se concentra en las empresas de mayor tamaño, como se verifica a escala mundial. Por otro lado, implica un obstáculo para el nivel de inversión que puede realizar un país de desarrollo intermedio como la Argentina dado el tamaño relativamente reducido de las empresas que operan en el país.

2. Origen de capital

Un cuerpo teórico, argumenta que las empresas multinacionales tienden a concentrar sus actividades de I+D en sus casas matrices lo cual conduce a que sus filiales sean agentes muy poco activos en materia de innovación (Azpiazu et al. 2011). En otra línea argumental, se afirma que la expansión de las actividades de I+D en un conjunto de países en desarrollo es también consecuencia del aumento de la competencia a nivel global y regional, obligando a las grandes trasnacionales a innovar cada vez más y a buscar desarrollo de nuevos productos y servicios, a menores costos. En las últimas décadas se comienza a visualizar una tendencia al traslado de una parte de las actividades corporativas de I+D a filiales ubicadas en otros países Swarzman (2007). En este sentido, siguiendo los resultados de UNCTAD (2005a), las empresas con base en Estados Unidos realizaron en 2002 el 10 por ciento de su actividad externa de I+D en dicha región (frente al 3 por ciento que la misma representaba en 1994). Asimismo, más de la mitad de las empresas multinacionales que más invierten en I+D de todo el mundo ya llevaron a cabo actividades de este tipo en China, India y, en menor medida, en Singapur (UNCTAD 2005c).

Otros estudios, han sostenido que las empresas trasnacionales tienden a ser actores dinamizadores del contexto tecnológico local ya que a través de las redes globales que conforman, fluyen con más facilidad los recursos tecnológicos Sanguinetti (2005). Por su parte, Arza (2003) señala que los atributos tamaño y origen de capital se combinan, potencian y se asocian positivamente. Las firmas se apropian de los resultados que generan los esfuerzos tecnológicos. Sánchez y otros (2006), refutan esta posición al observar que las empresas trasnacionales o de gran envergadura tienden a exhibir tasas de innovación mayores frente a la pequeña compañía. En referencia a los posibles beneficios que las empresas extranjeras pueden generar, Chudnosvky y otros (2004) señalan que depende de la propia capacidad de absorción, que las empresas domésticas y su entorno puedan desarrollar. Marin y Bell (2004), no encuentran evidencia que señale que las actividades de I+D son un requisito para que las empresas transnacionales generen externalidades positivas sobre el entorno. Más bien, destacan que el único canal confirmado sería el de la capacitación del personal. En consecuencia, estos trabajos conducen a desalentar que el Estado otorgue cualquier tipo de subsidio o incentivo dirigido a las empresas transnacionales para que radiquen o incrementen sus gastos en I+D esperando tener como resultado una mejora en el desempeño del resto de las firmas locales, más bien la orientación parecería indicar que los esfuerzos domésticos deberían estar enfocados en aumentar y consolidar las capacidades tecnológicas de las firmas locales.

3. Competitividad y Apertura Económica

Una parte de la literatura, sostiene que el grado de apertura determina sólo parcialmente al esquema de incentivos que define la conducta tecnológica de las empresas (Arza 2003). Durante la década del 90´, la “oportunidad tecnológica” asociada a la apertura no modificó la actitud de las empresas frente a la innovación ya que el esquema de incentivos premió a las empresas con una actitud inversora conservadora y con marcada preferencia por la flexibilidad. La importancia de las políticas complementarias, para fortalecer las capacidades de las firmas y potenciar así los incentivos a la innovación también mantiene su relevancia en un contexto de tipo de cambio competitivo (depreciado). Mientras que Bisang (2003), sostiene que los esquemas de apertura implican en sí mismo un incentivo a la competitividad, que repercute positivamente en la innovación. En el mismo sentido, considera que sin presión competitiva las empresas no asumirían los riesgos que implica la inversión en I+D y en otras actividades de innovación. Los sectores sometidos a mayor competencia de importaciones son los que reúnen mayor porcentaje de empresas innovadoras seguidos por los que tienen asegurado en mayor medida el mercado interno, es decir, menor presión de parte de las importaciones. El hecho de que un sector sea exportador o que compita con importaciones en el mercado local puede tener alta incidencia para el incentivo y financiamiento de innovaciones. Así, las empresas innovadoras tienen más éxito en su competencia externa, gracias a que el esfuerzo tecnológico empresario se hace más importante por la necesidad de cumplir con barreras técnicas al comercio. Los sectores con un nivel intermedio de penetración de importaciones, son los que muestran un menor grado de difusión de las actividades de innovación Siguiendo a Sánchez (2009), Argentina para innovar requiere asegurar mayor calidad y diferenciación de sus exportaciones.

4. Sector de pertenencia

Keith Pavitt, demostró la existencia de regularidades sectoriales en las actividades tecnológicas, como consecuencia de especificidades con respecto las fuentes de la tecnología, las necesidades de los usuarios y las formas de apropiación de los beneficios. A partir de los datos de empresas británicas, sobre alrededor de 2000 innovaciones significativas, el autor organizo tres agrupamientos de firmas innovadoras: Basadas en la ciencia; alta dependencia de sus proveedores; e intensivas en producción y escalas, que se comportan como proveedor especializado.

Si bien, consideró que la trayectoria tecnológica de una firma es determinada en gran medida por lo que hizo en el pasado (path dependence), en su propuesta de taxonomía enfatizó el rol de las diferencias sectoriales para identificar regularidades en dichas trayectorias. De esta forma, se inscribe un cuerpo teórico en relación a considerar que existen regímenes tecnológicos que moldean la conducta tecnológica de las firmas (entre otros, Pavitt 1984) o que los rasgos institucionales, tecnológicos y de competencia de cada sector definen las condiciones de oportunidades, apropiabilidad y acumulatividad de capacidades tecnológicas (Cohen y Levinthal 1989). Como resultado, se debería observar una cierta homogeneidad intersectorial y una divergencia marcada intersectorial.

Sánchez y otros (2006) han buscado comprender la diferencia de casi dos puntos que se observa en el indicador actividades de innovación sobre ventas entre Argentina (1,9; 2001) y Brasil (3,9; 2000). Su análisis, indica que sólo un 24 por ciento de la diferencia se explica por la estructura de la producción mientras que el 76 por ciento restante se debe a diferencias en la intensidad del gasto al interior de cada sector. El ejercicio para el indicador I+D sobre facturación (Argentina 0.30 por ciento y Brasil 0,75 por ciento) generó un resultado similar, un 32 por ciento se explica por diferencias en la especialización productiva mientras que un 68 por ciento se debe a un menor esfuerzo en I+D en cada sector. En una dirección similar, Peirano (2007) comparó los casos de Argentina y Brasil, unificando las bases de las Encuestas de Innovación de cada país y procesando los datos con criterios idénticos.

Como resultado, determinó que la conducta tecnológica de las empresas está sólo parcialmente determinada por la naturaleza tecnológica de la actividad que desarrolla, es decir, que la composición sectorial de la estructura productiva no establece más que un rango cuya extensión parecer ser relativamente amplia. Y, en este sentido, existen posibilidades de incrementar el dinamismo tecnológico del complejo industrial sin el imperativo de incorporar ramas o sectores que por el momento están ausentes. Y, en segundo lugar, estos indicios indican que dentro del rango en que se ubica la industria Argentina, las empresas operan más cerca del extremo inferior que del superior, por lo que si las empresas locales emularan a sus pares brasileñas en cuanto a la intensidad de su gasto en I+D, el mismo podría incrementarse en un 122 por ciento.

Yoguel y Rabetino (2002) encuentran que en la industria Argentina de la década de los 90´ las diferencias intra-sectoriales son muy marcadas lo que estaría indicando que la conducta tecnológica de las firmas no puede ser explicada totalmente por la pertenencia a un sector (hipótesis derivada del concepto de regímenes tecnológicos sectoriales). En otra línea, Lundvall (1985), no señala al sector de origen de una firma como un atributo que tenga repercusión directa en el desarrollo de las capacidades tecnológicas sino más bien al grado de vinculación y la de interacción intra-sectores.

Por Ezequiel Eliano para AR Internacional.

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